L i b r e r í a

El viajero de la tundra es una colección de seis relatos en los que Jiro Taniguchi nos muestra, a través de un profundo respeto por la vida animal, las historias de unos hombres enfrentados a una naturaleza salvaje, pero siempre grandiosa. Todo ello sin olvidarse del espacio para el recuerdo de un Japón ya perdido para siempre.

Ahora que ya no está y que la revisión de su tebeografía se ha convertido en perpetua asignatura pendiente —al menos para este redactor, que, como ha dicho otras veces, tiempo ha dejó de tener posibilidad de releer—, poder acceder a material inédito en castellano firmado por Jiro Taniguchi es una de esas alegrías completamente inesperadas que hay que agradecerle, y mucho, a los chicos de Ponent Mon; máxime cuando, como es el caso, lo que la editorial nos propone con este primer volumen —de dos— de ‘Mundo salvaje’ es un doble viaje en el tiempo y el espacio: en el tiempo, a los comienzos de un artista que, como ahora veremos, evolucionó sobremanera en pocos años; en el espacio, porque las historias que aquí se recogen obedecen a la muy antigua filia de Taniguchi por los espacios abiertos del oeste americano, marco en el que tienen lugar la práctica totalidad de los ocho relatos que conforman el volumen.

Como su propio título muestra, la naturaleza es el componente que une estos relatos, pero el autor de obras como Barrio lejano, El almanaque de mi padre o El caminante, era un artista ambicioso y no se conformaba con presentar historias sencillas. Generalmente, al componente medioambiental, une elementos esotéricos del folklore japonés, como los kamuys (espíritus) que habitan en los animales y toman su control, o la participación de los seres humanos observada desde distintos prismas, gracias a las perspectivas visuales y a sus diálogos certeros.